Holaa mis queridos lectores, pues aquí les dejo el tercer capítulo de la novela que estoy escribiendo, espero que lo disfruten y porfavor, déjenme comentarios con su opinión, me haría muy feliz saber que opinan gracias c:
CAPÍTULO 3
Dejo caer el vaso
haciendo que se rompa, esto es demasiado ¿qué me pasa?
Veo los
pequeños pedazos de cristal y hielo en el suelo. Escucho que alguien baja
corriendo las escaleras, pero yo me quedo donde estoy sin moverme, mi hermana
entra en la cocina alarmada.
—
¿Qué ha pasado? —pregunta mi hermana agitada, dirige
la mirada a los cristales y luego me mira— ¿está todo bien?
No le
respondo, y por su expresión sé que está preocupada.
—
¿Estás bien Alyssa?—pregunta acercándose, me pone una
mano en el hombro y la quita rápidamente— estás demasiado fría, ¿qué pasó?
Me quedo
callada, ¿no entiendo?, ¿qué pasa conmigo?, ¿lo habré hecho yo?, o ¿quizá fue
el clima?
—
¡Respóndeme!—dice mi hermana mientras me zarandea—
¡Alyssa me asustas!, ¡contesta!—la miro por fin— ¿estás bien?—asiento.
—
S-si—respondo en voz baja y débil— estoy bien
—
¿Segura?—dice Bri frunciendo el ceño.
—
Si, y-yo recogeré esto—me agacho para recoger un
pedazo de cristal cuando mi hermana me toca el hombro.
—
Olvídalo, yo lo recojo, tú vete a descansar anda
—
No, yo lo hago
—
Alyssa, vete a dormir por favor—dice en tono muy firme.
Le hago caso,
salgo de la cocina y subo las escaleras para ir de nuevo a mi cuarto. Me
recuesto de nuevo en mi cama y suelto un suspiro, esto es muy confuso. No puedo
dormir, sigo pensando en el vaso y en mi sueño. Quizá mi hermana tenga razón,
quizá mudarnos sea la mejor forma de empezar de nuevo, pienso en que mudarnos
solucionaría esto de mis sueños, tal vez tiene algo que ver con que extrañe a
mis padres, pero, el vaso, la tostada y la ventana del carro, no lo entiendo.
Abro los ojos,
un rayo de luz entra por mi ventana, miro el reloj y son las doce de la tarde,
vaya si que dormí bastante. Me acomodo en el borde de la cama y estiro los
brazos mientras suelto un gran bostezo, me siento bien, me siento… descansada.
Es sábado así que no tengo que ir a la escuela- por suerte-, salgo de la cama,
me dirijo a mi puerta y cuando la abro me llega el olor de huevos revueltos,
levanto una ceja y bajo las escaleras. Cuando entro en la cocina Bri está
sirviendo en dos platos los huevos revueltos, me ve y esboza una ligera
sonrisa.
—
Buenos días Aly—dice en tono alegre— ¿dormiste bien?
—
Si, dormí bien por primera vez en la semana—frunce el
ceño y deja los platos en la mesita— vaya Bri, es la primera vez que haces
huevos revueltos desde que…—hago una pausa porque sé que es lo que voy a decir,
y la verdad, no quiero mencionarlo.
—
Sí lo sé—dice mi hermana en un suspiro— es por eso que
los hice, aparte, tenemos algo pendiente que discutir
—
Así que, ¿hiciste los huevos para sobornarme?—suelto
una risita y ella también sonríe—porque si es así, está funcionando—con el
tenedor parto un trozo de la clara que parece muy crujiente y me la como, está
delicioso.
—
Algo así—ríe— pero en serio tenemos que hablar sobre
eso—cuando lo dice se pone seria y eso hace que yo también lo haga— necesito
que sepas, que esto es una gran oportunidad para mí y si la pierdo…
—
Lo entiendo—interrumpo— y por eso quiero que tú sepas
que aunque esto es algo difícil para mí, estoy de acuerdo con la mudanza—digo
sin más.
A mi hermana
se le ilumina el rostro, pero a la vez frunce el ceño extrañada.
—
Pero tú ayer parecías como si te estuviera dando la
peor noticia del mundo
—
Debo admitir que la noticia fue muy, sorpresiva para
mí, pero luego analicé las cosas y pues… estoy de acuerdo—veo como, poco a poco
se va formando una sonrisa en el rostro de mi hermana.
—
¡Genial!—grita triunfal y se ríe de felicidad— ya
verás que va a ser grandioso—me obligo a sonreír.
—
Si, lo va a hacer—digo en voz baja, pero Bri no se da
cuenta.
—
Pues la empresa se encargará de vender la casa, mañana
viene la mudanza por nuestras cosas y el lunes nos vamos—dice un tanto entusiasmada.
—
¿Tan rápido?, pensé que eso de las mudanzas tardaban
más
—
Pero la empresa en la que voy a trabajar quiere que
esté allá el miércoles, así que, pues ayer arreglé todo ese asunto y por eso me
tardé en llegar
—
Oh, ya veo, pero, ¿y la escuela?—pregunto curiosa,
creo que algo bueno de la mudanza es ya no ver a mis estúpidos compañeros y al
pesado maestro de historia, así que me pongo un poco más alegre.
—
¿No te dije?, ayer arreglé todo, hablé con la
directora de tú escuela informando que ya no ibas a asistir más porque nos íbamos
a mudar
—
Interesante así que… ¿a qué escuela voy ir allá?
—
No sé todavía—dice encogiéndose de hombros— voy a
investigar que escuelas quedan más cerca del apartamento en el que vamos a
vivir.
—
¿Apartamento?
—
Si apartamento, una casa sería demasiado grande para
dos personas nada más
—
Entonces… supongo que debo ir viendo que me llevaré
¿no es así?—mi hermana asiente— ¿será que puedo deshacerme de algunas cosas que
ya no ocupo?
—
¡Claro!, podrías llevarlas a alguna casa hogar o algo
así
—
Excelente, entonces me voy a cambiar—digo y me levanto
de la mesa— por cierto, gracias por el desayuno, estuvo delicioso— mi hermana
esboza una sonrisa y asiente.
Salgo de la
cocina y me dirijo a mi cuarto rápidamente. Abro mi clóset y saco unos jeans de
mezclilla ajustados pero muy cómodos, creo que son mis pantalones favoritos, luego
saco una playera ajustada también que dice “God, your guys are so stupid”, sé
que no es una playera muy bonita pero es cómoda. Cuando ya estoy vestida me
pongo unos converse grises y me dirijo al baño para cepillarme los dientes y
desenredarme un poco el cabello.
Veo mi reflejo
en el espejo y noto una punzada de decepción, ¿por qué no soy bonita?, luego
salgo del baño y me aplico un poco de perfume de vainilla.
Vuelvo a mi
cuarto y empiezo a revisar mis cosas para ver que me sirve y que ya no me sirve.
Empiezo a saquear mi clóset y veo una playera con un corazón en el centro, es
muy pequeña así que supongo que ya no debe quedarme, la meto en una caja de
cartón y voy haciendo lo mismo con toda la ropa que, ya no me gusta o ya no me
queda.
Se hacen las
cinco de la tarde, cuando ya mi cuarto está práctimente vaciado, mi hermana me
dijo que las cajas con ropa que ya no ocupaba las dejara en el auto porque
después de comer íbamos a ir a dejarlas a una casa hogar, y que mis pertenencias
las dejara en la sala de estar, porque la mudanza iba a llegar temprano por
ellas mañana.
Lo único que estaba en mi cuarto era mi cama
que seguía sin tender. Me recosté un poco y recordé todos los momentos que pasé
en mi cuarto, como cuando mi madre me leía antes de dormir o mi padre cuando
veíamos películas en la televisión y comíamos todo el helado que quisiera
cuando mi mamá no estaba. Me sale una lágrima y luego otra hasta que de mi
garganta sale un silencioso gemido, extraño tanto a mis padres, extraño los
consejos maternales y la voz de mi madre que con tan solo escucharla, te
provocaba una paz inmensa y mi padre, que te hacía reír sin parar con cada cosa
que decía, los necesito. Empiezo a llorar en silencio y preguntarme ¿por qué a
la gente buena, le pasan cosas malas?
Noto algo
diferente en el ambiente, hace más frío, demasiado para ser verdad, me levanto
mientras me limpio las lágrimas, reviso si la ventana de mi cuarto está abierta
pero está cerrada, que extraño. Niego con la cabeza y salgo de mi cuarto,
cuando bajo está todo lleno de cajas.
—
¿Bri?—pregunto casi gritando porque quizá se perdió
entre las cajas— ¿Bri?
—
¿Qué sucede?—oigo la voz de mi hermana en algún lugar
—
¿Dónde estás?
—
¡Estoy por aquí!—levanta una mano y me dirijo hacia
ella dando traspiés y esquivando cajas, cuando estoy con ella, bajo la mirada y
veo que está agachada hurgando en una caja.
—
¿Qué buscas Bri?
—
Mi blusa de encaje negra, ¿la has visto?
—
No la he visto—digo negando con la cabeza— oye ¿no me
vas a llevar a dejar las cosas a la casa hogar?
—
¡Aquí está!—grita triunfal, se levanta con la blusa en
mano— ¿qué decías?
—
Decía, que si me vas a llevar a dejar las cosas a la
casa hogar
—
Claro solo déjame ponerme la blusa y arreglarme un
poco, traigo mala pinta
Ruedo los ojos
porque no es cierto, ella es Bri, nunca tiene mala pinta, pero al final me
siento en una caja mientras ella sube y se cambia. Paseo la mirada entre las
cajas y encima de una caja veo una foto en un marco, me acerco para verla y cuando
la veo está en ella una alegre mujer abrazando a una linda niña de pelo castaño
y ojos color miel con un vestido floreado, al lado de ellas hay un señor
sonriendo sosteniendo en brazos a una un pequeño bebé enrollado en una manta
rosa. Se me llenan los ojos de lágrimas y cuando una lágrima cae en la foto… se
convierte en una perla transparente y brillante que hace que la foto se empiece
a empañar. ¡No otra vez!, se ha congelado, me quedo viendo la foto con el ceño
fruncido hasta que oigo a alguien bajar las escaleras, escondo el marco
rápidamente adentro de la caja enterrándolo entre todas las cosas.
—
¿Estás lista?—pregunto algo alterada, mi hermana me ve
y levanta una ceja, ¿se habrá dado cuenta del tono de mi voz?
—
Si, estoy lista—se acerca a mí todavía con la el ceño
fruncido— ¿estás bien?
—
Claro, ¿por qué no he de estarlo?—la inseguridad y los
nervios en mi voz son delatadores y evidentes.
—
No sé, te ves… preocupada
—
Claro que no, estoy perfectamente, vamos que se nos
hace tarde—digo alegrándome de que mi voz se oiga casi normal.
Mi hermana se
encoge de hombros y sigue caminando, agarra las llaves de una mesita que está
al lado de la puerta y luego la abre, mi hermana me hace un gesto para
indicarme que salga y lo hago. El aire fresco y los rayos del sol al atardecer se
sienten agradables. Detrás de mí, Bri está cerrando la puerta con llave y luego
se acerca al auto quitando la alarma y los seguros. Abre la puerta del auto y
yo también, me dejo caer en el asiento delantero mientras mi hermana prende el
motor, cuando cierro la puerta, pone en marcha el auto.
Veo con
atención todos los locales y personas que dejamos en nuestro camino, pensando
en que mañana es el último día en el que estaremos aquí.
Llegamos a la
entrada de la casa hogar y mi hermana sale del auto para hablar con una monja,
mientras yo voy sacando una caja de la cajuela.
—
Pasa querida—me dice amablemente la monja.
—
¿Dónde la dejo?
—
Por ahí está bien—dice señalando la parte trasera de
un escritorio, me acerco y dejo la caja.
—
Voy por otra—le informo a la monja que está
extrañamente sonriente.
Me dirijo al
auto y mi hermana viene con otra caja, trajimos cuatro cajas llenas de mi ropa.
Saco otra y voy nuevamente a dejarla detrás del escritorio, en el camino mi
hermana regresa por otra. Dejo la caja encima de la otra y me quedo esperando a
Bri adentro con la monja.
—
¿Es tu ropa?—pregunta en tono curioso.
—
Si, así es—le respondo mostrándole una sonrisa.
—
Ya veo—dice asintiendo.
Oigo que Bri
cierra la cajuela y unos segundos después entra con la última caja, la deja y viene
a reunirse con nosotras.
—
¿Gustan un vasito con agua?—pregunta amablemente la
monja.
—
Si no es mucha molestia—responde Bri agitada.
—
En seguida regreso con el agua, pueden tomar asiento
si quieren—dice señalando unas sillas que están pegadas a la pared.
La monja sale de la estancia mientras Bri y yo
nos sentamos, nos quedamos en silencio un rato hasta que Bri dice:
—
Voy al baño, regreso en un minuto—asiento y ella sale
de la habitación quedándome sola.
De repente una
niña de pelo rubio y ojos azules muy hermosos se pone en frente de mí con una
sonrisa en su rostro.
—
¿Quién eres?—pregunta la niña con su voz aguda.
—
Me llamo Alyssa ¿y tú?—respondo sonriéndole.
—
Me llamo Sara
—
Mucho gusto Sara—digo ofreciéndole una mano, ella la
estrecha débilmente.
—
Eres rara—me dice soltando mi mano.
— ¿Por qué lo dices?—digo levantando una ceja.
— Porque jamás en mi
vida había visto a alguien con un alma tan fría como el hielo.